Estos días recordé una conferencia sobre liderazgo a la que asistí hace un par de meses. Recuerdo que empezó con un brainstorming entre los asistentes en torno a qué entendíamos por ser “líder»… surgieron múltiples puntos de vista pero casi todos coincidieron en que se trataba de un individuo, con más o menos carisma, que era capaz de dirigir o guiar, de alguna manera, a un grupo de personas.
Si atendemos a algunas de las definiciones que encontramos en internet de la palabra, un líder puede ser :
- Persona que influye, encabeza o dirige un grupo
- Persona o cosa que ocupa el primer lugar en una clasificación
En las dos acepciones, entendemos el líder como una persona/cosa en relación a otros individuos. Como algo que no pudiera darse o existir sin la presencia de los otros. Y con una cualidad de la persona relacionada con el principio sistémico del orden, el primero de ellos con la jerarquía/influencia y el segundo de ellos con el mérito/posición. Hay que presuponer que, previamente a ser líder de otros, tienes que de alguna manera pertenecer al grupo que pretendes liderar. (Principio sistémico de pertenencia)
Pero si nos enfocamos en el concepto del líder definido como una persona que influye, encabeza o dirige un grupo; desde mi punto de vista, creo que a la definición le falta un aspecto fundamental: un líder es, además, el que toma decisiones. Si no incorporamos el proceso de la toma de decisiones estaríamos ante algo así como un concepto de líder que es un “guía turístico” o “libro de instrucciones”.
De hecho considero que un líder puede existir sin cargo alguno, sin jerarquía y sin un equipo al que dirigir. Un líder es la de una persona que toma decisiones y las lleva a cabo; y si lo extrapolamos a nuestro propio mundo interno, ser nuestro propio líder deriva en tener la capacidad de tomar decisiones y de llevarlas a cabo.
Pero vivir en sí mismo consiste en tomar decisiones. Diariamente estamos tomando decisiones, desde qué tomamos para comer a cuando nos vamos a duchar, qué ropa nos vamos a poner, etc… ¿Por qué a pesar de que constantemente estamos tomando decisiones y llevándolas a cabo muchas veces no nos sentimos líderes de nuestra propia vida?. Creo, y pongo el creo porque no me gusta hablar a ex-cátedra, que la razón es porque independientemente de las decisiones que tomamos en automático; no se trata en sí del hecho de tomar decisiones, sino desde el espacio desde que tomamos las decisiones.
Podemos tomar esas decisiones desde un espacio defensivo y reactivo, de miedo a que suceda algo si no hacemos determinada cosa; o bien desde un espacio más deliberado, creativo y conectado con el deseo y el amor. La primera opción nos hace sentir a merced de las circunstancias, estar en modo supervivencia y en muchas ocasiones se tratan de decisiones basadas en el pasado, nuestra propia historia e incluso nuestra carga transgeneracional. La segunda opción nos conecta con nuestro propio poder personal y con las posibilidades de un futuro.
Pero pasar de tomar decisiones desde lo reactivo a pasar a tomarlas desde el lado más creativo y basado en el amor no siempre es fácil. En no pocas ocasiones implica empezar a ser infiel a algunos sistemas que nos definen como persona (la familia, la empresa, el grupo de amigos, etc…). Un proceso personal de luchas internas dominado por el miedo subyacente a “dejar de pertenecer” que en muchas ocasiones se asocia con el “dejar de ser…” y a partir de ahí la incógnita de ¿y ahora que soy?. Unos miedos que en la gran mayoría de las ocasiones no está fundamentado.
Nuestro poder personal se alimenta de la capacidad de tomar decisiones deliberadas basadas en el amor, algo que tiene mucho que ver con reconocer lo que somos, comenzar a realinearnos con nuestra realidad personal y empezar a descubrir lo que es realmente auténtico para nosotros… algo que mucho tiene que ver con nuestro propósito. En definitiva, empezar a incluir dentro de nosotros aquellas partes que habíamos estado excluyendo y comenzar a re-definirnos como lo que somos más allá de lo que creemos que hemos tenido que ser para para seguir sintiendo que pertenecemos a esa familia, empresa, grupo, etc…
Concluyo este texto con mi propia definición de qué es ser un buen líder. Una definición que aunque está más conectada con la capacidad de liderar tu propia vida que con la capacidad de liderar personas debería ser la base que definiera a cualquier tipo de líder: Un buen líder es una persona que ha sido capaz de integrar y trascender su historia y sus miedos para tomar decisiones creativas, basadas en el amor y conectadas con su propósito; para después llevarlas a cabo.
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