Desde que lo sistémico entró en mi vida no puedo evitar mirarlo todo a través de sus lentes y por supuesto esto aplica a la crisis del coronavirus que estamos viviendo .
Para los neófitos en el tema os comento un poco de qué va esto de lo sistémico: Los individuos somos sistémicos por naturaleza, nacemos en una familia (que es un sistema) y al ser seres sociales, sin darnos cuenta acabamos perteneciendo a múltiples sistemas. Una comunidad de vecinos, un equipo de fútbol, un colegio, una empresa, un equipo de trabajo, un grupo de consumidores, una ciudad, un país e incluso el planeta son sistemas. Un sistema es un grupo de individuos cuya comunicación, por decirlo de alguna manera, hace sentido. El ser humano es capaz de hacer cualquier cosa por “pertenecer” a su sistema…. Hasta Tom Hanks en la película «Náufrago» tuvo que acompañarse de Wilson y crear un sistema para salir adelante.
Las leyes sistémicas
Los sistemas se rigen por tres leyes fundamentales: Pertenencia, orden y equilibrio. Cuando alguna de esas leyes se transgrede el sistema se resiente y acaba pasando factura, con el objetivo de que el “problema» sea visto. La solución pasa por, de alguna manera, reestablecer las condiciones idóneas del sistema; o sea que se tengan en cuenta esas tres leyes de las que hablo. De lo contrario volverá a surgir un «problema» o «síntoma» para generar otra oportunidad de reparar el sistema.
Si miro esta crisis del coronavirus bajo el prisma de lo sistémico (algunos puristas me dirían que no lo estoy testando en el campo) lo que veo es lo siguiente:
Principio de pertenencia
El principio de pertenencia dice que todo el mundo tiene derecho a pertenecer. El sistema es la humanidad/sociedad y en los últimos tiempos hemos asistido a movimientos en los que parte de la humanidad/sociedad aboga por excluir a otra parte. Ultranacionalismos, muros, exiliados y refugiados que nadie quiere ni recoge, legislaturas en la que al cambiar de color el gobierno se excluyen proyectos y personas por el simple hecho de ser del contrario… y un largo etcétera. Un sistema no admite que nadie deje de pertenecer y en los últimos tiempos daba la impresión de que está de moda intentar excluir de una manera o de otra.
Esta crisis del Coronavirus es un problema que pone de manifiesto que todos estamos en el mismo barco, que si no nos cuidamos unos a otros, sean del color, la ideología, equipo de futbol, nacionalidad o raza que sea no vamos a ningún lado. Esta pandemia exige una respuesta global. Es una realidad que ya hay más de 160 países infectados de un virus con un elevado índice de contagio y una nada desdeñable tasa de mortalidad que está acabando con toda una generación. Cuando surja una vacuna o encuentren medicamentos que pueda sanar a los afectados, NADIE debe quedar excluido y es algo que debemos entender de aquí en adelante. En el fondo todos somos uno y el sufrimiento, falta de recursos o enfermedad de una parte de la humanidad nos afecta igual que nos afectaría una afección en uno de nuestros órganos; no debemos seguir ignorándolo.
A nivel de individuo vemos en estos momentos familias rotas que no se veían desde hace años, que no se preocupaban unos por otros, que se habían excluido mutuamente de sus vidas que ahora empiezan a retomar el contacto. A ese vecino antipático y borde que nunca nos saluda y al que tampoco saludamos le preguntamos cómo se encuentra. Con nuestro saludo, con nuestro contacto y nuestra pregunta le estamos diciendo “te veo, y tú también perteneces”…. Es el momento de mirar lo excluido, de verlo y sobre todo de hacerles ver que son vistos y que también pertenecen.
Principio de orden
Este es un principio muy sencillo en el ámbito del sistema familiar, pero un tanto complejo en el de las organizaciones dado que hay diferentes formas de observar el orden (de llegada, rango, contribución, conocimiento, …). En este caso, en el caso de la humanidad y de la sociedad lo primero es la vida. Sin vida no hay nada más y después, si acaso, vendría la economía. Países que han priorizado la vida por encima de la economía claro que están padeciendo el virus pero parece que ven antes la luz al final del túnel. China, con sus medidas drásticas, lleva ya varios días con muy pocos nuevos infectados. Otros países que han dado prioridad a la economía o a agendas políticas están sufriendo ahora las consecuencias.
Vayamos por orden: Sin vida no hay trabajo y sin trabajo no hay economía.
Siguiendo con el orden, si me pongo un poco «hierbas» añadiría también que como seres humanos nos hemos puesto por encima del planeta tierra. Hemos pensado que la naturaleza, la tierra y la vida misma estaba a nuestros servicio. Ahora las cosas están volviendo a su sitio y nos está poniendo a todos en nuestro lugar. Existimos en primer lugar porque existe un planeta tierra y un ecosistema, en el ámbito familiar la tierra y su ecosistema serían nuestro padre/madre. Sin él sería imposible la vida, casi parece justicia poética todo lo que está sucediendo pero si queremos prosperar y sobre todo estar al servicio de la vida, indudablemente debemos estar al servicio del planeta (madre/padre de la humanidad).
Como sociedad también se nos está empezando a ordenar algunas cosas. Desde mi punto de vista hemos vivido un desorden de prioridades importante y este desorden estaba desvirtuando muchas cosas. Por poneros un ejemplo, las redes sociales se habían convertido en mercados de postureo y de un auténtico culto al ego en el más amplio sentido de la palabra Las redes sociales surgieron para que nos comunicáramos y supiéramos los unos de los otros. Salvando crispaciones políticas, ahora veo menos postureo y más autenticidad en mis muros.
Internet, la rede de redes, pasó de convertirse en una puerta democrática al conocimiento universal a una puerta de entrada al entretenimiento. Indudablemente doy gracias en estos días a Netflix, HBO y demás canales de contenidos pero volvemos a apuntarnos a cursos, a leer más a informarnos más.
Han surgido, para las empresas, nuevos principios rectores para dar respuesta a un emergente que ponía de manifiesto nuestro desorden de prioridades. Ahora parece que muchas cosas están volviendo al origen: volvemos a casa, a comunicarnos, a valorar la vida y la salud, la amistad; a estar mucho más en el presente de lo que hemos estado, quizás en nuestra vida. Ya lo dice el Tao Te Ching: «Quien vuelve al origen, vuelve a la calma».
Estos días está poniéndose de manifiesto que como sociedad habíamos obviado el Orden por la aportación a la sociedad. Salimos diariamente a honrar a nuestros sanitarios, reponedores, cajeras de supermercado, fuerzas del orden público, personal de limpieza y a toda la gente que está en primera línea de batalla. Nos estamos dando cuenta de que no es de recibo que un señor que la da patadas a un balón, un tertuliano que habla de las vidas de los otros o una influencer que tiene una cuenta de instagram sea «más» que un médico, un maestro o un enfermero…
También podríamos estar alterando el principio del orden si de alguna manera si priorizamos la aportación a otras cosas secundarias y minusvaloramos la aportación a la vida (ciencia, investigación y salud pública) y no hablo específicamente de España, esto es algo que extrapolo a casi todos los países. El consumismo exacerbado ha acabado alterando el orden de prioridades de muchos y a veces el presupuesto destinado a adquirir herramientas que acaban con la vida (por ejemplo armas) acaba siendo mucho más grande que el destinado a estas prioridades que de alguna manera cuidan de lo fundamental: la VIDA, sin la cual la humanidad simplemente no estaríamos aquí escribiendo sobre esto ni padeciendo el coronavirus.
Principio de equilibrio
En cuanto al equilibrio este principio nos viene a recordar que en cualquier tipo de relación si no das en la medida en que recibes o si no recibes en la medida que das, la relación se deteriora y se rompe. Esto ocurre en el ámbito de la pareja, ámbito político, ámbito empresarial, amistad, etc…
¿Por qué salimos ahora a los balcones a honrar a aquellos que están en primera línea de batalla?. Primero porque es lo menos que podemos hacer por los que se están dejando la piel por nosotros, y segundo porque consciente o inconscientemente estamos intentando compensar de alguna manera ese desequilibrio que hay entre lo que están dando y lo que la sociedad le devuelve en forma, por ejemplo, de sueldo, reconocimiento, visibilidad, honorabilidad, etc...
Bert Hellinger decía algo que cuando lo oí por primera vez me sonó muy revolucionario. No recuerdo exáctamente las palabras pero decía algo así: Si quieres que una relación crezca, devuelve siempre algo más de lo bueno que has recibido, así el amor crece….. y algo menos de lo malo que recibiste y así el que ha hecho daño siente que ha pagado su culpa y la relación puede seguir adelante.
No me cabe ninguna duda de que del planeta tierra hemos recibido mucho pero también hemos devuelto muy poco y que la sobreexplotación lo está extenuando. No me cabe ninguna duda, tampoco, de que en estos momentos estamos recibiendo mucho de profesionales que históricamente no han estado reconocidos en la medida que merecen; igual que tampoco me cabe duda de que muchos de los «reconocidos» han recibido más de lo que han aportado. Quizás vaya siendo el momento de que como sociedad tomemos responsabilidad por este principio y empecemos a valorar y a reconocer a las personas en la medida de lo que recibimos de ellas.
Me gustaría compartir también una reflexión adicional que no sé bien si tiene que ver con lo sistémico… aunque yo creo que sí porque siempre he pensado que todo miembro del sistema tiene una responsabilidad hacia el propio sistema .
He visto en mis muros algunos comentario culpabilizando al gobierno de todo lo que estaba pasando. Independientemente de si estoy contenta o no con la gestión de esta situación, creo que a toro pasado las cosas siempre se ven más claras. Todos tenemos una responsabilidad personal en esta crisis. Todavía recuerdo los parques llenos de niños jugando cuando se habían suspendido las clases, las terrazas llenas de gente cuando ya se había anunciado el estado de alarma y el confinamiento, la gente sacando al perro en grupo o paseando con una bolsa de plástico vacía en la mano simulando que va al supermercado, las playas llenas, las carreteras colapsadas por la gente que aprovechaba el confinamiento para marcharse a su segunda residencia y de paso hacer llegar el virus a todos los confines de España. Me viene a la cabeza aquella frase de La Biblia (y mira que soy poco de biblia yo) que decía eso de «El que esté libre de pecado que tire la primera piedra».
En fin, seamos todos responsables y estemos en casa.
Mucho ánimo a todos y un fuerte abrazo.
PD: Todo lo escrito en este post es meramente una reflexión personal.
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