Más allá de los estragos que está causando «el progreso» y la «tecnología» asociada al uso armamentístico, esta mañana leía en El Confidencial una noticia cuyo titular contaba que los camiones autónomos dejarán sin trabajo al 94% de los camioneros en unos pocos años y me imagino que otro tanto sucederá, más pronto que tarde, con el resto de profesionales del transporte de mercancías o pasajeros.

Creo que podemos afirmar, y es de hecho una realidad, que el progreso no están siendo del todo inclusivo. Está excluyendo a personas y no hablo sólo de guetos, generaciones, colectivos. Lo está haciendo a través de la barrera digital que a veces es insalvable para algunos, lo está haciendo con los jóvenes, reduciendo sus posibilidades laborales y atrapando su atención hasta tal punto que empiezan a tener dificultades para estar «presentes» y gestionar su propia vida (y no son sólo casos aislados; y también lo está haciendo día a día sustituyendo a personas por máquinas para realizar cada vez más trabajos, tareas y labores.

Alguna vez he oído el discurso de que lo que hace falta es formarse para aspirar a un puesto de trabajo cualificado que no sea capaz de replicar una máquina. Y eso lo oía hace años, pero ahora que la Inteligencia Artificial está en boca de todos, que los jugadores de ajedrez afirman que un hombre nunca va a poder ganar a una máquina y que ya se han probado máquinas que son capaces de pensar por ellas mismas ¿a qué tipo de puesto de trabajo nos referimos?. Vamos camino de robotizar todos y cada uno de los procesos necesarios no sólo para producir sino también para pensar y tomar decisiones. Vamos camino de construir un mundo donde el hombre sea total o parcialmente prescindible y en ese escenario futurible ¿hacia qué escenario laboral y humano nos dirigimos?.

Creo que dentro de toda esta carrera tecnológica y por el progreso, nos estamos olvidando de algo muy importante:

Necesitamos sentirnos útiles. Cuando una persona se siente útil, se sientes visto, reconocido; servir para algo, o a alguien contribuye a tu felicidad.

No hace mucho leía noticias acerca de los resultados económicos de empresas que, curiosamente el año pasado hicieron vario EREs y que han arrojado un balance positivo de varios cientos o miles de millones de euros en 2021. Y cuando digo que hicieron un ERE, no me refiero a un ERE que hace una empresa que esta pasando por un mal momento y que necesita «adelgazar» su plantilla para poder sobrevivir, sino a los de esas otras empresas que los realizan para abaratar costes  y/o engrosar cuantitativamente su balance positivo de varios cientos o miles de millones de euros en ese mismo ejercicio.

Lo malo de esos despidos no es que se vayan trabajadores que les apetece ya jubilarse, sino lo malo de ese tipo de ERE es que el puesto del que sale no queda vacante, simplemente se destruye y casi siempre se destruye porque ciertas funciones, que hasta entonces desempeñaban unos humanos, van a empezar a desempeñarlas máquinas.

Hablo de banca online, chat bots, call centers, gasolineras en las que pagas a través de una máquina, grandes almacenes en los que nadie (o casi nadie) te atiende y un «agente de tráfico» te dirige hacia un puesto donde te cobras tú mismo, grandes empresas de retail que cierran tiendas físicas para dirigir más tráfico a la digital y un largo etc.

¿Quién gana aquí?. A corto plazo me imagino que los jefes y los accionistas que recortan costes y mantienen o hacen crecer sus beneficios pero ¿a medio/largo plazo?. ¿Cómo se va a sentir un usuario que cada vez tiene menos contacto con humanos y que toda la relación la mantiene a través de máquinas?. ¿Cómo nos vamos a sentir si tenemos un problema con nuestro dinero o con nuestra salud o la salud de los nuestros y no conseguimos tener al otro lado del teléfono, el mostrador o de la ventanilla a alguien que sea capaz de empatizar con lo que estamos experimentando?.

Hasta donde yo sé, a esos bots aún no los han dotado de empatía para crear y forjar una relación con el cliente.

Pero además, vamos hacia una sociedad donde la riqueza está cada vez peor distribuida y en la que cada vez más puestos de trabajos y funciones están siendo sustituidos por personas. Menos trabajo disponible para ser desempeñados por humanos y humanos que al no poder trabajar no van a poder generar ingresos. ¿Quién va a poder tener el lujo de ser un «consumidor» de aquí a unos años?. El hombre, necesita sentirse útil para ser feliz.

Vivimos en una sociedad donde, desde mi punto de vista, el fin último de muchos es el «yo», el «ego», el «nosotros» independientemente de lo que le pueda pasar al otro o a los otros. Ocurre en el ámbito organizacional, en esa constante obsesión por maximizar beneficios a costa de lo que sea, y desgraciadamente la tecnología está contribuyendo dramática y drásticamente a ello.

No estoy en contra del progreso, pero sí que pienso que empieza a ser necesario que miremos al problema. Que seamos conscientes de ello y sobre todo que empecemos a invertir y trabajar en el desarrollo de la conciencia en el ámbito empresarial. Que pensemos en el largo plazo, a mirar por el otro (el de dentro y el de fuera) y a entender que si él pierde yo también pierdo. Todos somos Uno y, sólo así, podremos empezar a hacer un buen uso del progreso y la tecnología para ponerla al servicio de las personas, al servicio de la humanidad. Entendiendo por humanidad no sólo la especie, sino sobre todo la acepción que tiene que ver con el afecto, la comprensión y la solidaridad hacia otros).